Córdoba es una ciudad andaluza con unos 330.000 habitantes y la única ciudad del mundo con cuatro sitios distintos de Patrimonio Mundial de la Unesco: la Mezquita-Catedral de Córdoba, el Casco histórico de Córdoba, la Fiesta de los Patios de Córdoba y la Ciudad Califal de Medina Azahara. La recomendamos visitar en cualquier época del año excepto en pleno verano, ya que es una de las ciudades más calurosas de España, ganándose con justicia el apodo de “la sartén de España”🍳.
Su larga historia se refleja en cada rincón de la ciudad, testigo de los distintos pueblos que la habitaron. Hasta el año 711, Córdoba formó parte del Imperio Romano, siendo capital de la provincia de la Bética (Colonia Patricia Corduba), una de las más ricas y romanizadas de Hispania, y posteriormente estuvo bajo dominio visigodo.
En 711 comenzó la invasión árabe, dando inicio a la época musulmana en la península, con la creación de Al-Ándalus, que formaba parte del Califato Omeya del norte de África. En 756, Córdoba se convirtió en un emirato independiente bajo Abderramán I, y en 929 pasó a ser el Califato de Córdoba bajo Abderramán III, alcanzando un gran desarrollo cultural y comercial. Tras su disolución en 1031, surgieron los reinos de Taifas, y en el siglo XIII la ciudad fue incorporada al reino de Castilla.
Toda esta historia explica la profunda influencia musulmana que aún se percibe en la Córdoba actual.
Aparcar en Córdoba
Si llegas en coche, un buen consejo es aparcar al otro lado del Puente Romano, antes de cruzar el río Guadalquivir, en el Distrito Sur. Allí hay muchas zonas de aparcamiento, casi todas gratuitas, aunque en algunas es posible encontrar los clásicos “gorrillas” que controlan el estacionamiento, como ocurre en el Aparcamiento Libre junto al Parque de Miraflores.
Qué ver en Córdoba: el corazón histórico de Córdoba
El recorrido por Córdoba puede comenzar en la Torre de la Calahorra, una fortaleza de época musulmana que alberga el Museo Vivo de Al-Ándalus, dedicado a la historia, cultura y convivencia de los distintos pueblos que habitaron la ciudad. Aunque no es de las atracciones más destacadas, ofrece un bonito mirador desde su última planta con vistas al Puente Romano, la Puerta del Puente y la Mezquita al fondo. La entrada cuesta 4,5€ (3€ para estudiantes).
A continuación, cruzaremos el Puente Romano de Córdoba, construido en el siglo I a.C. por los romanos como parte de la Vía Augusta, la calzada que unía el nordeste de Hispania con Cádiz. Antes de cruzarlo, merece la pena disfrutar de la vista del puente con la ciudad y la Mezquita al fondo.
Hoy el río Guadalquivir tiene poca profundidad, pero en época romana Córdoba fue un importante puerto fluvial. No era navegable para grandes barcos, pero sí para pequeñas embarcaciones de poco calado, muchas veces remolcadas desde la orilla por mulas o por hombres. Estas barcazas transportaban mercancías hasta Híspalis (Sevilla), desde donde partían hacia Ostia, el puerto de Roma, y el resto del Imperio. Actualmente, este tramo del Guadalquivir se utiliza para piragüismo, kayak y paddle surf.
En el puente, fijaos en la Estatua de San Rafael Arcángel. Entre los siglos XVI y XVII, Córdoba sufrió varias epidemias de peste, y la tradición cuenta que el sacerdote cordobés Andrés de las Roelas soñó con el arcángel San Rafael, quien le anunció que era el custodio de la ciudad y que la salvaría de la peste. Poco después, la epidemia remitió. Desde entonces, los cordobeses comenzaron a levantar monumentos llamados “triunfos” en su honor. En Córdoba hay unos once triunfos dedicados a San Rafael repartidos por toda la ciudad. Este, situado junto al Puente Romano, es uno de los más importantes y representativos.
Al otro lado del puente se encuentra la Puerta del Puente, la principal entrada al sur de Córdoba, conectando directamente con el Puente Romano. Su ancho estaba diseñado para permitir el paso de carros y carruajes, controlando así el acceso al casco urbano. A ambos lados había casas que fueron derribadas en el siglo XX, dejando la puerta más visible y despejada. A mano derecha, se encuentra una oficina de turismo donde se puede conseguir un plano de la ciudad e información sobre horarios y precios de los museos.
Nada más cruzar, giraremos primero a la izquierda para acercarnos al Alcázar de los Reyes Cristianos, situado en pleno casco antiguo de Córdoba, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1994. Del antiguo alcázar andalusí que ocupaba este mismo lugar apenas queda algo visible. El edificio que contemplamos hoy es el Alcázar de los Reyes Cristianos, una fortaleza construida entre 1328 y 1350 por orden de Alfonso XI, levantada sobre parte del solar del antiguo alcázar islámico, que tras la conquista cristiana de Fernando III en 1236 se encontraba muy deteriorado. Concebido como fortaleza y residencia real para las estancias de los Reyes Católicos en Córdoba, el Alcázar ha tenido distintos usos a lo largo del tiempo: fue sede del Santo Oficio durante la Inquisición, posteriormente funcionó como cárcel hasta el siglo XX y hoy se erige como uno de los monumentos históricos más destacados de la ciudad.
En el interior se encuentra un espacio reducido conocido como el Salón de los Mosaicos, donde se exhiben mosaicos romanos de los siglos II, III y IV d. C., procedentes de diversas villas y hallazgos de la ciudad. Entre ellos destacan representaciones de Medusa, Polifemo y Galatea, Eros y Psique. Esta sala funciona como una pequeña galería arqueológica dentro del Alcázar, y además es utilizada por el Ayuntamiento de Córdoba para celebrar bodas civiles y actos institucionales.
Lo que más llama la atención son, sin duda, los jardines del Alcázar, donde podemos encontrar la estatua de Alfonso X el Sabio, padre de Alfonso XI, quien impulsó obras y reformas en el antiguo alcázar islámico. Los estanques de los jardines son el escenario más fotografiado, con las figuras de los Reyes Católicos y de Cristóbal Colón al fondo. Y es que, según la leyenda, en la Torre del Homenaje del Alcázar se gestó el descubrimiento de América, durante una reunión entre Colón y los Reyes Católicos. La visita puede adaptarse al tiempo que cada uno quiera dedicar a recorrer los jardines; lo habitual suele ser alrededor de una hora o algo más. El Alcázar cuenta con cuatro torres: la del Homenaje, la de los Leones, la de la Inquisición y la de las Palomas. De todas ellas, la única a la que se puede subir actualmente es la Torre de los Leones, mediante una estrecha escalera de caracol, desde donde se obtienen magníficas vistas del conjunto.
En su web encontráis los precios y horarios. Por tan solo 1€ más, existe una entrada conjunta que incluye la visita a los Baños Califales, que fue la que cogimos nosotros.
Jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos
Anexo al Alcázar se encuentran las Caballerizas Reales, un histórico centro de cría y entrenamiento del caballo de pura raza española (PRE). Durante el siglo XVI, Felipe II mostró gran interés por la cría de estos caballos para la monarquía, y este lugar llegó a desempeñar un papel destacado en su desarrollo. Aquí se criaban y entrenaban numerosos ejemplares, consolidando la tradición ecuestre que caracteriza a Córdoba y Andalucía.
Los Baños Califales, también conocidos como Baños del Alcázar Califal, se encuentran muy cerca del Alcázar, en la Plaza Campo Santo de los Mártires. Son unos baños árabes que datan de la época del Califato y se conservan en buen estado. La visita es rápida, ya que el espacio no es muy grande, pero resulta muy interesante, porque en los paneles explicativos se detalla el funcionamiento de este tipo de baños, las distintas salas que los componían y sus respectivas funciones. La entrada individual tiene un precio de 3 €, salvo que se adquiera junto con la del Alcázar en una entrada conjunta.
Ahora nos dirigimos a visitar la Mezquita-Catedral de Córdoba, uno de los primeros monumentos españoles declarados Patrimonio de la Humanidad (1984) y el edificio más representativo de Córdoba. El conjunto incluye la propia mezquita, la Torre-Campanario y el Patio de los Naranjos.
Desde la calle se accede al Patio de los Naranjos a través de seis puertas. Recibe su nombre por los naranjos que lo adornan, aunque también hay palmeras, cipreses y un olivo junto a la fuente barroca. Durante la época musulmana, era el patio de abluciones, donde los fieles se purificaban lavando pies, manos y rostro antes de rezar. Tras la conquista cristiana, se mantuvo como jardín y espacio abierto, funcionando como una especie de plaza dentro del conjunto.
La Torre-Campanario de la Mezquita-Catedral de Córdoba encierra en su interior el alminar islámico original del siglo X. A finales del siglo XVI, los arquitectos cristianos reforzaron y transformaron la torre para convertirla en campanario, sin demoler el alminar, de modo que la nueva estructura lo envuelve y conserva su núcleo histórico.
La mezquita se comenzó a construir en 786, bajo el mandato de Abderramán I, quien quiso erigir un gran templo frente a su alcázar, inspirado en la Gran Mezquita de Damasco. En el siglo X, el emirato se convierte en califato bajo Abderramán III, lo que elevó la importancia política y religiosa de Córdoba. Su sucesor, Al-Hakam II, amplió la mezquita para reflejar el poder y la riqueza del califato. En aquel momento, era la segunda mezquita más grande del mundo, solo superada por la de La Meca.
En el interior se conservan las once naves originales y el Mihrab, el lugar de oración equivalente al sagrario cristiano. La cúpula del Mihrab luce un mosaico de estilo bizantino decorado con motivos islámicos. Curiosamente, la quibla —el muro que indica la dirección de la oración— no apunta hacia La Meca (sureste), sino hacia el sur; las razones exactas aún no están del todo claras. En la antesala del mihrab destacan las bóvedas, construidas por Al-Hakam II como parte de la ampliación.
Muchas de las columnas y capiteles de esta parte fueron reutilizados de edificios romanos y visigodos, por lo que presentan formas diferentes, aprovechando los materiales disponibles. Los arcos, la imagen más característica del monumento, muestran una alternancia de dovelas —las piezas que forman el arco— de piedra caliza clara y ladrillo rojo, creando el efecto visual tan típico de este espacio.
El resto de las naves se añadió posteriormente. Desde dentro puede resultar difícil distinguirlas debido al aspecto laberíntico del interior, pero subiendo a la torre se puede apreciar mucho mejor la extensión y organización de las naves.
Lo más sorprendente es que esta obra de arquitectura islámica es hoy de culto católico. En 1236, Fernando III conquistó Córdoba y la mezquita mayor fue convertida en catedral. En este contexto se construyó el primer retablo de la nueva catedral. Fernando III decidió conservar el edificio, debido a su magnitud e importancia. A partir de 1998, se estableció un régimen de gestión propio, regulando el acceso y la entrada al monumento.
La Capilla Mayor (hoy en día Capilla de Villaviciosa), iniciada en el siglo XVI, tardó casi un siglo en completarse, debido a que su construcción requería modificar cuidadosamente parte de la mezquita, un edificio de enorme valor simbólico e histórico para la ciudad.
En su página web podéis ver los precios y horarios, las entradas se puede adquirir la entrada online o en las máquinas del propio monumento; los lunes a sábados de 8:30 a 9:30 el acceso es gratuito. La visita suele durar una hora aproximadamente.
Otra actividad muy recomendable es subir a la Torre-Campanario. El precio es asequible y la recompensa merece la pena: unas vistas de 360° sobre el patio y el tejado de la mezquita, que permiten apreciar las naves que desde dentro parecen iguales. Las entradas se pueden comprar con antelación y las subidas se realizan cada media hora.
Vistas del complejo de la Mezquita desde la Torre Campanario
Tras dedicar un tiempo a explorar la Mezquita, nos adentraremos en el casco antiguo, justo frente al monumento. Podéis empezar por la Calleja del Pañuelo, conocida como la más estrecha de Córdoba, recibe su nombre porque, según la tradición, un pañuelo de señora es más largo que su ancho. Este estrecho callejón desemboca en la Plaza de los Rincones de Oro, la más pequeña de la ciudad, ofreciendo una curiosa y pintoresca estampa del casco antiguo.
Seguimos descubriendo las callejas y lo hacemos con la más pintoresca: la Calleja de las Flores. Esta estrecha vía está adornada con numerosas macetas azules colgadas en las paredes, al estilo de muchas otras calles de Córdoba. Al final de la calle —que es un callejón sin salida— se abre una vista perfecta para fotografiarla, con el alminar de fondo.
Todas estas calles son muy agradables para pasear: al ser estrechas, se mantienen frescas en verano y el sol no incide con tanta fuerza. Además, están llenas de tiendas de souvenirs, así como de bares y restaurantes donde hacer una parada. Hacia el oeste de esta zona se encuentra la Judería, y es que Córdoba albergó una importante comunidad judía hasta su expulsión en 1492 por los Reyes Católicos. La Judería es un laberinto de callejuelas estrechas entre las que destacan los siguientes monumentos:
- La Sinagoga de Córdoba, construida en estilo mudéjar en 1315, es de pequeño tamaño pero muy interesante, por lo que merece la pena visitarla. Es la única sinagoga medieval que se conserva en Andalucía y fue declarada Monumento Nacional en 1885. Cuenta con una tribuna para mujeres, desde la que podían seguir los cultos, y funcionó como sinagoga hasta 1492, año de la expulsión de los judíos de España. El acceso es gratuito, lo que permite disfrutar de esta joya histórica sin coste.
- El Zoco Municipal de Artesanía, abierto diariamente de 10:00 a 20:00.
- La Estatua de Maimónides, famoso médico, filósofo, astrónomo y rabino nacido en Córdoba en 1138, es un punto de interés en la ciudad. Una leyenda popular dice que tocarle la perilla “atrae pelo”, así que quienes tengan problemas capilares ¡no deberían desaprovechar la ocasión!
- En la calle Cairuán se encuentra la Estatua de Averroes (1126-1198), otro ilustre filósofo andalusí nacido en Córdoba y autor de gran parte de su obra aquí.
- Muy cerca está la Casa Andalusí, una auténtica vivienda del siglo XII que nos permite imaginar cómo era la vida en Córdoba en aquella época. La casa cuenta con varios patios, habitaciones, una biblioteca y una decoración minuciosa en cada rincón. Es una visita cultural muy interesante y el precio de la entrada es de 4€, destinado exclusivamente al mantenimiento del edificio. Abre todos los días de 10:30 a 20:00, y los sábados y domingos desde las 10:00.
- También merece la pena la Casa Sefarad, que funciona más como museo que como casa. Nos adentra en el mundo de los judíos que vivieron en el Califato de Córdoba antes de su expulsión en 1492. La entrada cuesta 4,5€ y el horario es de jueves a sábado de 11:00 a 18:00, y los domingos de 11:00 a 14:00; de lunes a miércoles permanece cerrada.
- Por último, en la Calleja del Salmorejo Cordobés, una estrecha calle, se puede ver expuesta en la pared la receta auténtica de este famoso plato de la región, un detalle curioso para los amantes de la gastronomía local.
Qué ver en Córdoba: más allá del centro histórico
Córdoba no es solo la parte histórica, principalmente de origen musulmán, sino que también cuenta con otros lugares de interés surgidos en los siglos posteriores. Un buen inicio para este recorrido es la Plaza de las Tendillas, que divide el casco antiguo de la parte moderna. Situada en el centro de la ciudad, está rodeada de tiendas, edificios de oficinas y restaurantes, y destaca por la estatua del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, militar clave en la conquista de Granada en 1492, durante la última campaña de la Reconquista.
Si seguimos por la calle Claudio Marcelo, llegaremos al Ayuntamiento de Córdoba, un edificio de aspecto moderno que contrasta con los ayuntamientos históricos de otras ciudades. Junto a él se pueden ver unas ruinas romanas, descubiertas en los años 50 durante la renovación del edificio.
A escasos metros nos toparemos con la Plaza de la Corredera, inspirada en las plazas mayores castellanas, es un espacio rectangular rodeado de soportales que ha cumplido múltiples funciones a lo largo de la historia. Allí se celebraban festejos religiosos como el Corpus Christi, corridas de toros (hasta que Córdoba tuvo plaza de toros propia en el siglo XIX), y también funcionó como mercado y cárcel temporal. La nobleza solía alquilar los balcones para presenciar los espectáculos, lo que convierte a esta plaza en un reflejo del carácter social y festivo de la ciudad. Hoy en día alberga varios bares y restaurantes donde podrás disfrutar del clásico menú cordobés: salmorejo de primero y flamenquín de segundo. ¡Exquisito!
Proseguimos con nuestro recorrido. La Plaza del Potro, cuyo nombre proviene de la estatua de un potro que corona la fuente de la plaza, fue un centro de compraventa de caballos desde la Edad Media, reflejando la importancia del caballo en Córdoba. En el siglo XVI comenzó a criarse aquí el caballo de pura raza español, aunque la plaza ya era un lugar fundamental mucho antes de la construcción de las caballerizas reales. Además, la plaza es conocida por aparecer mencionada en Don Quijote, lo que le añade un interesante valor literario.
En esta plaza, además de la estatua de un potro, destacan dos monumentos más:
- La Posada del Potro, un edificio histórico de más de 500 años, ha tenido múltiples usos a lo largo de los siglos: fue posada, fonda, casa de vecinos e incluso casa de citas. Actualmente alberga el Centro Flamenco Fosforito, dedicado al célebre cantaor cordobés Fosforito, uno de los artistas más premiados y reconocidos en el mundo del flamenco
- El Museo Julio Romero de Torres alberga las obras del célebre pintor cordobés Julio Romero de Torres (1874-1930), uno de los máximos exponentes del simbolismo español. Sus cuadros eran a veces provocadores y generaron polémica, llegando incluso a prohibirse algunas exposiciones por la forma en que retrataba a la mujer. Entre sus obras más conocidas se encuentra “La chiquita piconera”, y reproducciones de sus obras se venden en las tiendas de souvenirs del museo y de la ciudad.
- En el otro extremo se encuentra otro Triunfo de San Rafael, un monumento dedicado al arcángel San Rafael, quien es considerado custodio de Córdoba desde el siglo XIV.
Hasta aquí, todo estaba relativamente cerca, pero aún quedan algunos puntos de interés un poco más alejados del centro.
Comenzamos en la Plaza de los Capuchinos, que ha conservado su aspecto histórico durante más de cuatro siglos. En ella destaca el famoso Cristo de los Faroles, esculpido en mármol blanco por Juan Navarro León en 1794. Los faroles que rodean la plaza representan simbólicamente cada una de las provincias de Andalucía. Este emblemático lugar ha sido escenario de numerosas visitas ilustres y de rodajes de cine, entre ellos la película El Cristo de los Faroles, protagonizada por el cantante Antonio Molina y estrenada en 1958.
Desde allí, podemos continuar hasta el Palacio de la Merced, un antiguo convento del siglo XVIII que hoy acoge la Diputación Provincial. La cercanía entre ambos lugares permite un paseo agradable mientras seguimos explorando la ciudad.
Por último, nos alejamos un poco más para llegar al Palacio de Viana, un edificio-museo conocido por sus patios y jardines, declarado Bien de Interés Cultural. Toda la información sobre horarios y precios está disponible en su web.
Lo mejor de Córdoba es que, como habéis visto, se puede recorrer prácticamente toda andando, ya que no es muy grande. Dependiendo de los días que tengáis, podréis organizar vuestra visita a tu ritmo, dedicando más o menos tiempo a museos y monumentos.
¿Qué comer en Córdoba?
Los platos más típicos de la región, aunque no solo de Córdoba sino también de provincias cercanas como Jaén, son:
- El desayuno típico cordobés, que suele consistir en pan de telera (pan local de miga tierna y corteza fina), con aceite de oliva virgen extra, tomate triturado y a veces se añade jamón en trocitos.
- El salmorejo, una crema fría cordobesa hecha a base de tomate, pan, aceite de oliva y ajo, tradicionalmente acompañada de huevo duro y jamón.
- El flamenquín, un filete de carne (normalmente lomo de cerdo) relleno de jamón, empanado y frito.
- El rabo de toro es un plato emblemático de Córdoba que se popularizó a finales del siglo XIX, cuando, tras las corridas, se aprovechaban los restos de los toros. La carne se cocina lentamente hasta quedar tan tierna que se desprende del hueso, resultando jugosa y sabrosa.
Y si queréis llevaros un dulce típico de recuerdo, uno muy popular es el pastel cordobés, relleno de cabello de ángel, que podéis encontrar en casi cualquier panadería o pastelería.
¿Dónde comer en Córdoba?
Para comer, hay múltiples restaurantes alrededor de la Mezquita, si bien suelen estar destinados a los turistas, por lo que la relación calidad-precio es más baja que en otros sitios, aunque seguramente comamos bien. Lo mejor es alejarse un poco para ir a aquellos sitios donde los cordobeses van a comer.
Un lugar muy significativo es la Sociedad de Plateros San Francisco, que está cerca de la Plaza del Potro, alejado un poco de la zona turística y en el que se come muy bien. Pedimos salmorejo, croquetas de rabo de toro, flamenquín, berenjenas con miel y bacalao rebozado, todo riquísimo.
Otros restaurantes que también están muy bien son la Bodega San Basilio, Taberna Las Beatillas —taberna flamenca y taurina ubicada en una antigua corrala del siglo XVIII—, Taberna San Miguel "Casa El Pisto" y Taberna Góngora, estos tres últimos fuera del casco antiguo pero relativamente cerca andando.
¿Dónde ir de bares en Córdoba?
Por la zona de la Judería, un local emblemático es el Bar Santos, famoso por sus tortillas de patatas.
Otro bar icónico es el Bar Correo, en la Plaza de las Tendillas. Se trata de uno de los bares más antiguos de Córdoba, famoso por su cerveza fría y porque cuando se acaba el barril, cierran el bar.
Hace un siglo, Córdoba estaba rodeada de huertas y abundaban los caracoles, que empezaron a consumirse con tomate, creando una tradición muy arraigada. Hoy en día, entre marzo y junio se consumen más de 300 toneladas de caracoles en la ciudad. Para los amantes de este manjar, los mejores se pueden probar en Caracoles La Magdalena, una terraza situada en la Plaza de la Magdalena.
Cerca de la Mezquita-Catedral, en la Plaza de Abades, hay un bar de vinos muy popular llamado Bar "El Baron".
Si buscáis una taberna donde disfrutar de un espectáculo flamenco, una de las más conocidas es Doble de Cepa, que ofrece funciones a distintas horas todos los días de la semana.
Para la tarde y la noche, una de las mejores zonas para salir es el Paseo de la Ribera, junto al río, donde se puede disfrutar de un ambiente fresco y agradable en sus terrazas, bares y restaurantes.
Más alternativas en Córdoba
Hammam Al Ándalus – Situado en un edificio histórico del siglo XVI, inaugurado en 2001, está inspirado en los antiguos baños árabes de Córdoba y recrea la atmósfera de al-Ándalus. Tiene una cúpula por la que se filtra la luz del sol durante el día y que por la noche se ilumina con velas. Dispone de zonas de agua caliente y fría, pensadas para alternar temperaturas como se hacía en los baños tradicionales. Si se tiene tiempo libre y se quiere hacer algo diferente, es una experiencia relajante y fuera de lo habitual en la ciudad.
La Feria de Córdoba
La famosísima feria de Córdoba tiene lugar durante la última semana de mayo en la zona de El Arenal, junto al río Guadalquivir y el Estadio Nuevo El Arcángel del Córdoba CF. Es uno de esos eventos nacionales que hay que vivir alguna vez en la vida. En este recinto encontraremos dos partes diferenciadas, por un lado la parte de las atracciones y puestos de comida típicos de cualquier feria y, por otro, la explanada donde se sitúan todas las carpas, concretamente 90. Estas carpas o casetas pertenecen a distintas asociaciones, agrupaciones e incluso partidos políticos. Lo bueno de la feria de Córdoba es que la mayoría de las casetas son de acceso gratuito. Cada una tiene su ambiente, tipo de música, algunas con comida, otras solo bebidas, etc.
Las mujeres aprovechan la ocasión para lucir sus trajes de gitana o de flamenca mientras que los hombres suelen llevar el tradicional traje cordobés, los más valientes con sombrero incluido. Por el día (y tarde) es cuando más se disfruta, ya por la noche hay que tener un poco de cuidado, vamos lo normal en este tipo de eventos multitudinarios donde la gente se tira horas bebiendo. Una bebida que se toma mucho en esta zona y más aun en feria es el rebujito (vino manzanilla mezclado con una bebida con gas), lo veremos en casi todas las casetas.
Entrada a la Feria de Córdoba
Excursión a Medina Azahara
Ahora os proponemos una excursión muy recomendable, a uno de los cuatro sitios de Córdoba declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. A unos 8 km de la ciudad se encuentra Medina Azahara (Madinat al-Zahra en árabe), un yacimiento de lo que fue una ciudad árabe fundada en 936 por Abderramán III como sede central del Califato de Córdoba. Las continuas guerras en Al-Ándalus provocaron su rápido deterioro: apenas estuvo en pie unos ochenta años, y hoy gran parte de ella son ruinas. Aun así, los restos que se conservan y la historia que albergan hacen que merezca la pena visitarla. Su nombre significa “ciudad brillante”.
La ciudad estaba organizada en dos partes principales: la zona alta, el Alcázar, donde residía el califa y su gobierno, y la medina, destinada al resto de la población. Lo más destacado del yacimiento es la estructura urbana con sus calles y espacios, así como los restos de algunos edificios importantes del Alcázar:
- Gran Pórtico de Medina Azahara, que servía como entrada para la población y visitantes. La explanada que se encuentra delante era la plaza de armas, un espacio amplio destinado a ceremonias, recepciones y actividades oficiales.
- El Salón Basilical era uno de los salones de recepción de Medina Azahara, aunque el califa no atendía personalmente en él. Los embajadores (representantes oficiales de otros reinos) que llegaban eran guiados por un recorrido cuidadosamente planeado y debían esperar durante horas antes de ser recibidos, una práctica que servía para subrayar el poder y la grandeza del califato de Córdoba.
- La Mezquita Aljama, la mezquita principal de Medina Azahara, prácticamente ha desaparecido; hoy apenas se conserva el solar donde se levantaba.
- Casa de Yafar – Esta era la residencia del visir, es decir, el primer ministro del califa Al-Hakam II. La casa albergaba su despacho, donde recibía a la gente, así como su dormitorio, comedor y cocina. Se conserva la decoración de ataurique, ese tipo de ornamentación con formas vegetales típica del arte islámico. De la entrada original se conservan tres arcos que formaban la puerta de la casa, que estaba completamente cerrada.
- El Salón Rico era el lugar del Alcázar donde el califa recibía a sus visitantes y embajadores. Era una estancia suntuosamente decorada con ataurique, mosaicos y mármoles, para impresionar a visitantes y demostrar el poder y la riqueza del califa de Córdoba.
Cabe mencionar que, de las 112 hectáreas que llegó a ocupar Medina Azahara, solo se ha excavado aproximadamente un 10-12%. Ante la pregunta de por qué no se continúa excavando, desde el centro de visitantes nos explicaron que se debe principalmente a la falta de fondos. Así que imaginad todo lo que aún puede estar enterrado. El recorrido por lo que queda de la ciudad se hace con paneles explicativos y un folleto que os entregan en el centro de visitantes, lo cual es suficiente para comprender lo que estamos viendo. Quienes deseen profundizar más, pueden contratar una visita guiada. El recorrido completo dura unos 50 minutos.
Vistas del yacimiento de Medina Azahara
La forma más sencilla de llegar es en coche, ya que el trayecto es corto y hay aparcamiento suficiente. También es posible unirse a una visita guiada organizada desde Córdoba. Todo comienza en el Centro de Visitantes de Medina Azahara, donde se encuentra el aparcamiento. Allí hay un pequeño museo sobre la Córdoba musulmana y un vídeo informativo (también disponible en YouTube). Después, hay que tomar un autobús hasta los restos de la ciudad, un trayecto de apenas cinco minutos.
El acceso al museo y al yacimiento es gratuito; solo hay que pagar el traslado en autobús, que cuesta 2,5€ ida y vuelta. Los autobuses salen cada 20 minutos. Lo recomendable es empezar por el museo y terminar en el yacimiento, aunque también se puede hacer al revés. Tomándolo con calma, toda la visita puede durar unas tres horas.









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